Me pregunto, ¿cómo enseñamos emprendimiento?

Me da que pensar este tema, porque creo que en nuestro país se ha creado un ecosistema extenso, pero que parte del seguidismo de la literatura anglosajona más que de la observación de las necesidades reales con una mirada humanista.

En este sentido, me doy cuenta de que muchos jóvenes que crean una start up aspiran a ser CEO, COO, CMO, CTO, CCO… “¡Tengamos C-Level o no seremos nadie!”. También necesitan business angels, venture capital y un buen entrepreneurial ecosystem en una incubadora que, a poder ser, les sirva para acelerarlos… y así podríamos seguir ad libitum. O ¡hasta el exit!

Por otro lado, algunos son herederos de las prisas: mirar el currículo de la materia “Economía y emprendimiento” (Ministerio de Educación y Formación Profesional, 2023) es darse cuenta de que los criterios de evaluación pueden forzar los alumnos -y a sus profesores- a correr un maratón a ritmo de sprint.

¿Cuál podría ser entonces un espacio algo más interesante para hacer crecer en los jóvenes la voluntad de construir empresas ágiles pero con posibilidad de recorrido de negocio? Empresas que perduren en el tiempo y se adapten a las necesidades cambiantes de sus clientes, incluso que se adelanten a su tiempo, sin tener que ir apresuradas hacia un crecimiento fulgurante, arrastrando una carga de obligaciones (legales y procedimentales) demasiado pesada.

Pues aconsejaría que en las aulas tomara mayor protagonismo la lectura del periódico, por ejemplo. Una empresa difícilmente será viable si no tiene los ojos puestos en todo lo que la rodea, desde la política internacional hasta las páginas salmón de economía. Allí encontrarán también conceptos como humanismo, generosidad, equilibrio… Les diría que hicieran estas reflexiones como fase embrionaria del proyecto. De otro modo, nos acabamos encontrando con unas relaciones laborales tensionadas en muchos sectores productivos en todo el mundo.

Y ya, puestos a leer, un poco más de literatura tampoco haría daño… Para el crecimiento de cualquier proyecto, empresa incluida, los jóvenes necesitarán una buena dosis de autoconocimiento, capacidad de conectar con los demás y entenderse, escuchar y ser capaces de procesar lo que les dicen y también lo que no les dicen, conmoverse… ¡En los clásicos encontrarán todo eso (y mucho más!) y, encima, ¡se lo pasarán en grande! Bien, he hablado de “clásicos” pero la buena lectura, sea de la época que sea, surtirá ese mismo efecto.

Damos por sentado que el uso de la tecnología ya lo llevan al día, igual que deberían llevar bien unas nociones de matemáticas aplicadas o de lengua, ética y valores, estética y todo el resto de saberes que habrán ido adquiriendo a lo largo de la vida académica. Pero si podemos reforzar algo de los valores, ¡aún mejor! Porque no puede haber éxito si tiene que ser a cualquier precio, y eso debe haberse trabajado: no es igual teorizar sobre qué haremos el día que tengamos que contratar a una chica con silla de ruedas que pagar una factura para adaptar la entrada y que quepa la silla. ¡Y debe hacerse! ¡Es imprescindible que esto esté ya en el ADN de las personas que deciden emprender!

En definitiva, repensar el currículo sería interesante. Y no tanto para añadir más temario, sino para aligerarlo y permitir a los jóvenes que piensen, que se conozcan, que conecten de forma profunda con sus compañeros de viaje y con la sociedad a la que quieren contribuir con su empresa. Deberían saber responder qué quieren hacer, para quiénes lo están haciendo, con quiénes lo harán y cómo, pero, sobre todo, deben saber responderse sobre la causa última: ¿para qué? ¿Cuál es la motivación trascendente que les lleva a emprender? Si la respuesta es “venderme el negocio y vivir de rentas” puede que algo falle. Dedicar tiempo al diálogo con mentores que hayan pasado antes por los caminos que ellos han empezado a explorar ahora puede ayudarles en las respuestas. Y no necesariamente mentores jóvenes y cool… hay jubilados y prejubilados cuyo talento es oro para los chicos y chicas que salen a campo abierto por primera vez.

Mientras no haya tiempo para establecer sólidamente esta base humanista, dudo que consigamos que los emprendedores se ahorren algunos disgustos.

Montserrat Brau

Socia fundadora de Clickedu (2000-2023)

Socia fundadora y CEO de Mastercole

mbrau@mastercole.com

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